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Rondo fue el héroe de una victoria clásica ante los Celtics

Lo que no te mata, te fortalece.

Después de días de rumores, de la paliza sufrida a manos de los Pacers el martes, y ante el rival más odiado por la afición, los Lakers mostraron de qué están hechos.

Cual león enjaulado, el paso de la fecha límite de canjes – incluyendo despedidas a compañeros que ya no estarán más – sacó el instinto de un plantel golpeado por las lesiones, por las conjeturas, y por ese ruido ensordecedor que es capaz de apagar hasta los más valientes.

Y vaya si hubo adversidad, con los laguneros encontrándose abajo por 18 puntos en el segundo cuarto, por seis a 1:24 del final, y por uno con décimas en el reloj y un balón suelto, flotando en el aire Bostoniano, buscando dueño.

El resto ya es parte de la historia grande de este clásico: Rajon Rondo capturó esa naranja por la que tanto peleó Tyson Chandler, y con sangre fría la envió a las profundidades de la red del aro del TD Garden. Si, el hijo pródigo, aquel que alcanzó la gloria en 2008 haciendo sufrir a los Lakers, fue profeta en su tierra…pero esta vez vestido de púrpura y dorado.

De esa forma los Lakers se llevaron uno de los partidos más emocionantes de la temporada de la NBA – un encuentro que tuvo todos los condimentos que hacen de esta rivalidad la más aclamada en el deporte de la pelota naranja.

Los laguneros repartieron 35 asistencias en la que fue su segunda mejor producción de la temporada. Irónicamente, y tras adquirir a dos tiradores (Reggie Bullock y Mike Muscala) durante el día, los Lakers no los necesitaron para lograr la mayor cosecha de la historia de la franquicia: 22 triples.

El partido tuvo de todo, y la victoria tuvo muchos padres.

LeBron James empató heroicamente el juego a 50.1 segundos del final tras salvar un balón de forma acrobática y recibir la asistencia de Kentavious Caldwell-Pope. El astro sumó un nuevo triple-doble (28 puntos, 12 rebotes, y 12 asistencias) y fue el estandarte de la remontada en el tercer cuarto.

Allí los Lakers encestaron nueve triples y anotaron 42 puntos, llevándose por delante a los Celtics y revirtiendo un panorama oscuro que hacía prever otra derrota – algo que hubiera significado caer por debajo del .500 en la temporada por primera vez desde el 7 de noviembre.

Pero por algo es El Rey, y rey hay uno solo.

Eso si, King James no lo podría haber hecho solo. Si Lance Stephenson y su guitarra no anotaban esos 14 puntos en la primera mitad, los Lakers nunca hubieran llegado a ese punto.

Si KCP (17 puntos en 5/9 de larga distancia) no clavaba esa daga a 1:22 del final, saltando frío desde la banca a la salida de un tiempo muerto, la historia seguramente no hubiera tenido final feliz.

Y muchos menos sin un Kyle Kuzma que finalmente logró quebrar su maleficio, anotando 25 puntos y enterrando cinco triples – el último de ellos a 19 segundos del final, producto de una cantidad industrial de hielo en sus venas.

Tampoco habrá que olvidarse de Brandon Ingram, quien pasó un poco más desapercibido en ofensiva (11 puntos y siete asistencias)…debido a que se ocupó toda la noche de anular a Kyrie Irving.

La estrella de los locales disparó 6/21 de cancha a lo largo de la noche, y cuando el de Kinston fue su marca personal, Irving tiró 2/7 con dos pérdidas.

“El ser marcado por Brandon Ingram durante la mayoría del partido, no les voy a mentir, esos tipos en el lado defensivo no son normales”, reconoció Irving. “Los caminos al aro que veo ante todos los otros equipos, estaban cerrados”.

King James se sumó a los elogios, declarando que su defensa fue “excepcional”.

La misma calificación se lleva el equipo entero, al igual que Luke Walton y su cuerpo técnico. Los Lakers resistieron, rehusándose a tirar la toalla ante un rival superior y muy difícil de vencer en su propio recinto.

Y esta victoria que se llevaron, en la tabla de posiciones valdrá como cualquier otra, pero en lo anímico no tiene precio. Fue una caricia al alma, una alegría de esas que te cambian el semblante y que te impulsan a lo que se viene.