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Vuelve Ingram; Analizando el efecto de la ausencia de Ball

EL SEGUNDO – Pocos equipos sobreviven sin sus figuras.

Algunas plantillas están mejores construidas que otras, y un grupo selecto cuenta con suficientes estrellas como para suplir una grave ausencia, o bien una cierta cantidad de años de continuidad de sistema como para que la estructura no se resienta.

Esta temporada los Lakers no cuentan con ninguna de las dos, con Luke Walton dirigiendo su segunda campaña – y con un plantel que se renovó en más del 50 por ciento.

Esto hace que sea esperable que el nivel del equipo sufra ante las ausencias de sus mejores valores, algo que también sucedió en diciembre con la lesión de Brook Lopez y los asuntos personales de Kentavious Caldwell-Pope que no le permitieron disputar algunos juegos de carrera.

Sin embargo, el equipo sufre su mayor bajón cuando falta Lonzo Ball, quien sufre de dolores en su rodilla izquierda y cuya presencia está seriamente en duda para el juego del miércoles ante Oklahoma City.

Mucho se ha hablado del récord del equipo sin el base de UCLA en cancha. Los Lakers están 0-7 en esos partidos – incluyendo una derrota por 37 puntos ante su próximo rival, el Thunder. Los laguneros han perdido esos partidos por un promedio de 16 puntos, permitiendo 124.1 puntos por partido.

En la parte ofensiva, jugadores de muy buena temporada también bajaron considerablemente su producción, con Kyle Kuzma disparando 35.4 por ciento de cancha como mayor ejemplo. Jordan Clarkson (36.4 por ciento) y hasta Brandon Ingram (40.9 en cinco juegos tras perderse dos por lesión) también extrañaron al oriundo de Chino Hills.

Estos partidos terminaron de inclinar la balanza de una tendencia que ya apuntaba en esa dirección. En lo que va de la temporada, los Lakers han disputado 2,099 minutos a lo largo de 43 partidos. Ball ha estado en cancha en 877 de ellos, y los angelinos son 5.6 puntos por cada 100 posesiones que cuando él está en la banca – o lesionado.

La mayor diferencia, para sorpresa de muchos, se refleja en la defensa. Con Ball en cancha los Lakers son 7.4 puntos por cada 100 posesiones mejores, dándole la razón a Walton cuando este alaba sus proezas defensivas. Su capacidad para el rebote defensivo, los instintos para interrumpir líneas de pase y su eficiencia general tanto en conceptos individuales como colectivos le dan un salto de calidad al equipo que sus compañeros no han sido capaces de suplir en su ausencia.

Los números son aún más dramáticos en los últimos 20 partidos de los Lakers. Allí los Lakers tienen eficiencia ofensiva de 104.1 y defensiva de 100.2 con él en cancha, superando a sus rivales por 3.9 puntos por cada 100 posesiones. Con él fuera la defensa se desmoronó (112.7 puntos permitidos por cada 100 posesiones), y el equipo es superado por 10.8 puntos. Esa es una diferencia de casi 15 puntos, un margen dramático que explica los problemas de los Lakers cada vez que él falta.

La otra gran diferencia se nota en el ritmo de juego. Cuando Ball está presente, los Lakers tienen 104.71 posesiones por partido. Sin él, el equipo pierde 2.3 posesiones. El sistema entero de Walton está construido sobre la idea de subir el ritmo para crear oportunidades de contragolpe en ofensiva, y también acelerar al rival con presión defensiva.

Con Ball en cancha el equipo también es superior en cuanto a posesiones que terminan en asistencias, en rebotes defensivos, y hasta en limitar pérdidas.

Lo positivo es que los Lakers no deberían extrañarlos mucho más. Ingram practicó el miércoles en OKC, poniendo a prueba el tobillo izquierdo que se esguinzó ante los Mavericks. Su presencia no está confirmada aún, pero tanto el alero como Walton dieron a entender que sería de la partida.

En cuanto a Ball, su resonancia magnética arrojó un esguince menor – sufrido en el tiempo suplementario ante Dallas – pero el dolor persiste y los Lakers no lo apurarán, una clara muestra de la importancia de recuperarlo para el resto de la temporada.